OLTZA 1936
Material extraído del libro:
OLTZA 1936. Víctimas de la represión en la Zendea.
(Altaffaylla, 2016)
Autores: Jesús Aldaba y Joaquín Iraizoz.
Material extraído del libro:
OLTZA 1936. Víctimas de la represión en la Zendea.
(Altaffaylla, 2016)
Autores: Jesús Aldaba y Joaquín Iraizoz.
Desde el primer momento, la recuperación de los cuerpos se convirtió en una prioridad absoluta para los familiares. Exhumar es desenterrar cadáveres, pero también es «sacar a la luz lo olvidado» y devolver la dignidad a las víctimas. Durante los 40 años de la dictadura, sobre las víctimas de uno de los bandos cayó el olvido obligatorio, de manera que a ellas y a sus allegados se les privaba de algo tan fundamental como la «digna sepultura» y el «derecho a la verdad» ante las graves violaciones de los derechos humanos que se habían cometido.
A pesar de las enormes dificultades, las iniciativas de recuperar los restos comenzaron muy pronto, incluso en nuestra pequeña Cendea. Así, sabemos que los cuatro de Mélida enterrados en Lizasoain fueron exhumados por sus familiares hacia 1945, tal como nos recuerda en su testimonio José Luis Urdiciain Esparza, hijo de Agustín. Además, ha quedado constancia de dicho hecho en la cruz que se colocó por esas fechas en el cementerio, en honor de Victoriano Garde Musgo.
De fechas parecidas, según testimonio del enterrador, sería la recuperación de los restos de Juan Bozal, alcalde de Caparroso, localizados en la zona de Lezkairu.
Durante este oscuro período también se produjo el intento de exhumación de Esteban Muñoz Oset en el cementerio de Ororbia. Sus hermanos se trasladaron a dicho lugar con el objeto de desenterrarlo pero, finalmente, optaron por no hacerlo, sin que se conozcan las razones de esta decisión.
Gracias a los datos aportados recientemente por el blog Desde mi Fosa se sabe que el 7 de enero de 1940 la familia de Eladio Cilveti pudo exhumar sus restos y llevarlos al cementerio de Iruña. Perico Ezcurdia, en su declaración anteriormente reseñada, aportó los detalles de esta exhumación añadiendo que: «Está enterrado en el cementerio de Pamplona, con una estela discoidal; trajeron los restos en una kutxa que le hice yo».
Dentro de esta primera etapa habría que citar las exhumaciones hechas por el franquismo en 1959, con el objeto de ser enviados los cuerpos al Valle de los Caídos. No hay noticias de que se interviniera ninguna de las fosas de la Cendea.
A principios de los años 70, como es sabido, nacen los primeros proyectos de recuperación de la Memoria planteados como una superación de las acciones puntuales y clandestinas llevadas a cabo hasta esas fechas. Tal como recogen los trabajos de Jimeno Aranguren, Errazkin y otros, algunos grupos de sacerdotes propusieron la necesidad de elaborar listas de los fusilados, tarea que sería encomendada a Víctor Manuel Arbeloa y José María Jimeno Jurío. Aunque esta iniciativa de 1974 fracasó en un primer momento, fue retomada, tras la muerte del dictador, por Jimeno Jurío y el colectivo Altaffaylla, con los resultados que ya conocemos.
Después de la muerte de Franco, en paralelo a la gran labor de recogida de datos sobre los asesinados por parte de Jurío y Altaffaylla, varios pueblos de la Ribera comenzaron a rendir homenaje a las víctimas de la represión y a recuperar sus restos. Tras el acto pionero de Marcilla a comienzos de 1978, vino la Operación Retorno –ese mismo año- impulsada por Josefina Campos, a la que siguió una larga lista de homenajes, tal como recoge Mikelarena en su blog: Falces, Andosilla, Cárcar, etc.384 Dentro de nuestro territorio, en estos años de la transición todavía continuaron las exhumaciones puntuales y semiclandestinas, como la de Félix Luri, el azagrés asesinado en Asiain cerca del Puente de Hierro. Según testimonio de su hija Carmen, localizaron el lugar del enterramiento gracias a la información facilitada por el cura que lo confesó, lo que permitió a la familia depositar flores en dicha zona. No se sabe la fecha exacta en que decidieron exhumar los restos por su cuenta, para lo que pidieron ayuda a Julián Balduz, a la sazón alcalde de Pamplona, quien les facilitó el servicio de una pala excavadora.
Allí se trasladó la familia con la ilusión de encontrar los restos de Félix, sin conocer el punto exacto de la fosa. Tuvieron la suerte de contar con la ayuda de Encarna Lacunza, hija Francisco Lacunza, enterrador de Asiain en aquellos años de la guerra, a quien, precisamente, había ayudado a enterrar a los asesinados. Salieron los huesos de Félix Luri y de Miguel Iribarren, siendo identificados gracias a sus diferencias físicas. Félix fue trasladado al cementerio de Azagra mientras Miguel reposa en el de Asiain.
Los detalles de esta exhumación han sido aportados recientemente por Luis Altuna Lacunza, hijo de Encarna y nieto del enterrador. Recuerda Luis que «su madre, paseando por el lugar muy de mañana, observó que una pala estaba excavando cerca del lugar y les indicó que no era ese el del enterramiento sino otro muy cercano. Nada más excavar en el sitio señalado aparecieron los restos, zapatos, etc. de los que ella, junto con su padre, había enterrado 40 años antes»
Allá por diciembre de 1978, vecinos de Larraga acudieron a desenterrar a sus muertos, asesinados y enterrados junto al mismo río Arga que, aguas abajo, pasa por su pueblo. Fueron familiares de los enterrados los que promovieron esta intervención. El día 16 de dicho mes se realizó la exhumación de 21 personas en esta Fosa de las Tres Cruces. Como tantas otras de aquella época, la exhumación se llevó a cabo con una gran precariedad de medios y sin seguir el protocolo propio de una intervención arqueológica. Estas deficiencias fueron suplidas con el esfuerzo y entusiasmo de sus promotores, ante la inhibición de las instituciones que sí podían haberla hecho, aplicando las técnicas arqueológicas del momento.
Una anécdota recordada por los familiares de las víctimas de Larraga nos muestra la actuación de las instituciones, entre perversa y kafkiana. Resulta que el 9 de diciembre de 1978 estos familiares tuvieron que solicitar a la Jefatura Provincial de Sanidad autorización para recuperar los restos de las Tres Cruces y trasladarlos al cementerio de su pueblo, viéndose obligados a pagar 96 pesetas en concepto de «Tasa de Sanidad».
Se utilizó una máquina excavadora y elementos manuales, como era habitual en aquellos años, con toda la humanidad, sentimiento y recogimiento posible. La exhumación aportó restos de 21 personas, atribuidos 20 a los de Larraga y uno a Gregorio Angulo Martinena, el ya descrito fundador de la Agrupación Socialista de Pamplona y su primer presidente. Hay testimonio de que se veían más huesos en las paredes de la zanja intervenida, pero parece que se paró la excavación cuando se consideró que se habían recogido ya «las personas del pueblo».
Jesús Nieto, sobrino de Jesús Nieto Suescun, y uno de los promotores de la exhumación realizada en 1978, ha descrito las penosas condiciones en que se llevaban a cabo aquellas voluntariosas excavaciones:
«Se empezó con la pala debajo del monte, no salió, se tiró pa abajo, no salió; vino uno de Ibero y nos dijo «están ahí», y allí salió. […] En los tres días que estuvo abierta la zanja de los de Larraga, asesinaron a dos personas, Silverio Astiz, padre e hijo con el mismo nombre, de Uharte Arakil, el padre alcalde de ese pueblo, y el día siguiente a Teodoro Jaurrieta de Obanos, que en algún sitio dice que vivía en Olazagutía. Yo deduzco, que claro, como la zanja estaba abierta, los echarían encima. Entonces, con la exhumación de los que nos llevamos a Larraga, posiblemente estos estén en Larraga, posiblemente. […] Cuando cogieron a los de Larraga, en la pared que hacía la pala se veían bastantes huesos». Estas exhumaciones, hechas con más voluntad que acierto, no permitieron, en muchos casos, identificar los restos que aparecieron y, además, el hecho de remover el terreno sin un criterio científico, ha repercutido negativamente en las posteriores exhumaciones a realizar. Pero estos defectos hay que cargarlos en el debe de los Gobiernos de aquel momento y no en los familiares y allegados que «hicieron lo que pudieron y bastante más.»
Además de los familiares, en la gestión de la exhumación tomaron parte destacada Jimeno Jurío y Benito San Martín, párroco de Ibero. Estuvieron también presentes vecinos de Ibero y la Zendea de Oltza, así como familiares de otros asesinados de diferentes pueblos.
Los restos de los 21 cuerpos, una vez introducidos en cajas, se trasladaron a Larraga donde se guardaron en la iglesia hasta el 11 de febrero de 1979, en que se llevaron al Panteón de los asesinados del pueblo. Ese mismo día se celebró un funeral por los 46 larragueses asesinados en 1936, 20 de los cuales lo fueron en las Tres Cruces. Sus nombres figuran en el Monolito del Parque de la Memoria.
EL TRABAJO PREVIO
El sábado 5 de diciembre de 2015, la Sociedad de Ciencias Aranzadi comenzó los trabajos de exhumación en la fosa de Las Tres Cruces en Ibero. Pero antes hubo un gran trabajo de preparación por parte de un grupo de voluntarios.
Desde diciembre de 2014, se han realizado numerosas acciones con el fin de llevar a cabo esta nueva exhumación. Hubo una importante reunión en el mes de marzo de 2015 a la que acudieron varios familiares, técnicos de Aranzadi y otras personas que desembocó en la formación de la llamada Mesa de Olza. Este colectivo se encargó de buscar información que permitiera la localización exacta de la fosa así como convocar reuniones con familiares y asociaciones que venían trabajando en el tema de la Memoria Histórica.
Sin duda, los problemas principales que surgieron tuvieron que ver con la localización exacta de la fosa y con el número de personas que pudieron ser enterradas. Habían pasado 80 años y los recuerdos, lógicamente, se iban olvidando y distorsionando. En un intento de recopilar la información más exacta posible, se echó mano de varias fuentes:
En cuanto a los testigos de los hechos, se contó con los testimonios de los vecinos de Ibero, Jesus Oroquieta, Miguel Beortegui (ambos nacidos en 1932) y José Javier Ugalde. Estaban de acuerdo en la ubicación de la fosa en las Tres Cruces, si bien Miguel opinaba que se situaría en su extremo oeste hacia el montículo. También recordaron la existencia de una pequeña cruz de hierro en el lugar anteriormente ocupado por una chopera.
Por su parte, algunos de los participantes en la exhumación de 1978, como Manolo Garcia y Jesús Nieto, declaraban que se había excavado en la zona llana, dentro de la parcela comunal al pie de las Tres Cruces. Las fotos de aquel momento muestran un entorno despejado, muy diferente del existente en 2015, cubierto de maleza alta que oculta buena parte de la finca comunal.387
La foto aérea del vuelo de Ruiz de Alda de 1931, nos presenta un paisaje con claras diferencias con el actual, destacando la presencia de un regacho canalizado posteriormente.388
La cartografía catastral también presenta grandes cambios en estos 80 años. En los años 40 esta zona formaba parte del polígono 28 con una finca comunal (la número 30) en el extremo oeste que abarcaba el montículo y 4 fincas particulares (números 31, 32, 33 y 34), separadas por la acequia. Posteriormente, la concentración parcelaria modificó totalmente el catastro rústico, unificando las 4 fincas citadas en una sola parcela, la número 560 del polígono 4. Además, como ya se ha dicho, la acequia fue cubierta.
Intervención arqueológica desarrollada en las fosas comunes de la Guerra Civil en Tres Cruces (Ibero, Navarra)
Lourdes Herrasti, Jimi Jiménez y Francisco Etxeberria
Departamento de Antropología de Sociedad de Ciencias Aranzadi
INTRODUCCIÓN
La búsqueda de las fosas se emprende a solicitud del Ayuntamiento de Ibero, de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (AFFNA), además del sindicato UGT de Navarra, y de los Ayuntamientos de Uharte-Arakil, Berbinzana, Gares-Puente la Reina, Obanos, la Cendea de Oltza y de la familia de José Garmendia Iriondo, en representación de las posibles víctimas que pudieran estar enterradas en el paraje de las Tres Cruces, en el término municipal de Ibero. Todas estas instituciones se reunieron en Ibero, el 18 de abril de 2015, para promover la intervención arqueológica.
Se procede en aplicación de la Ley de Memoria Histórica 52/2007, así como al Decreto Foral 218/1986 de 3 de octubre, por el que se regula la concesión de licencias para la realización de excavaciones y prospecciones arqueológicas en la Comunidad Foral de Navarra y la Ley Foral 33/2013, además de la Orden Foral 772/2011, de 7 de noviembre, del Consejero de Presidencia sobre el Protocolo de Exhumaciones de la comunidad Foral de Navarra, así como el Decreto de 26 de Noviembre, de reconocimiento y reparación moral de las ciudadanas y ciudadanos navarros asesinados y víctimas de la represión a raíz del golpe militar de 1936.
La solicitud fue tramitada en marzo de 2015 en el Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra.
PROSPECCIÓN PARA LOCALIZACIÓN DE LAS FOSAS
Las tareas de búsqueda y localización de las fosas se iniciaron el día 5 de diciembre de 2015. El área donde, según los testimonios, pudieran encontrarse las fosas se situaba en la zona que rodea la base de la escombrera donde se han ido acumulando tierra y escombros desde la década de los años 40. El objetivo inicial consistió en localizar el lugar donde en 1978 se localizaron y exhumaron las dos fosas de los vecinos de Larraga. En estas labores de búsqueda fue indispensable el asesoramiento de testigos que intervinieron en aquella exhumación, como varios vecinos de Larraga, así como el cotejo y referencia de las fotografías que correspondían a aquellas actuaciones.
Esta tarea se realizó con medios mecánicos y el uso de una pala excavadora. El depósito de tierra era muy homogéneo y consistía en limos muy compactos, relacionados con los aportes del río contiguo, de color gris intenso. El número de piedras era escaso y posiblemente se trataba de elementos de carácter antrópico de la propia escombrera. Se realizó una búsqueda con apertura de franjas paralelas de la anchura de la pala (2,5 m). Las zanjas se hicieron en paralelo a la carretera. Cuando se habían rastreado varias franjas, llegando hasta el canal de desagüe de la cuneta de la carretera, se optó por hacer un segundo repaso a mayor profundidad, a una cota superior al metro y medio.
Así se descubrieron en un área de color más oscuro unos restos óseos humanos revueltos junto un grupo de monedas. Se había encontrado el borde de la fosa en la que fueron exhumados los restos humanos en 1978. La ubicación de dicha exhumación fue confirmada por los vecinos de Larraga.
Se completó la apertura de toda la superficie hasta alcanzar el nivel de depósito de las inhumaciones. Fue una tarea complicada por el volumen de tierra removido. De esta manera quedaron al descubierto varios enterramientos, uno doble y los demás individuales.
En el proceso de excavación las fosas fueron numeradas correlativamente contando desde la primera en ser localizada.
DESCRIPCIÓN DE LAS FOSAS
Fosa 6: Solo se conservaba la mitad inferior de una fosa individual con las extremidades inferiores de la persona enterrada.
También se llevó a cabo la búsqueda del enterramiento en el que, que según los testimonios recogidos por José Jimeno Jurío, se pudiera encontrar sepultado José Garmendia, natural de Ondarroa. Fue asesinado en este paraje el 24 de mayo de 1938, al haber sido detenido en su huida tras participar en la fuga de la cárcel de San Cristóbal. Según el relato de los familiares, la fosa se hallaría en la proximidad del regato grande y muy cercano a la orilla del río Arga. El lugar fue señalizado por la viuda que colocó una herradura en el tronco de un árbol cercano. En las labores de prospección, llevadas a cabo a ambos lados del regato, se halló una herradura, que quizás tuviera alguna relación con la que fue colocada como señalización del enterramiento. Sin embargo, la fosa no ha sido localizada.
RESUMEN DE LOS RESULTADOS OBTENIDOS EN FASE PRELIMINAR
Estas son algunas conclusiones de la intervención arqueológica realizada:
La idea de recordar aquellos terribles hechos, acaecidos en nuestra Zendea durante la guerra y dictadura, surgió en la lejana década de los 70, cuando un grupo de personas se sintió sensibilizado, aportando datos a Jimeno Jurío y al colectivo Altafaylla y. Por desgracia, la iniciativa fue olvidada hasta que, en 2014, se formó el colectivo Zurbau, con la intención de levantar ese manto de silencio que ha perdurado durante 80 años. Desde sus inicios, el colectivo Zurbau se planteó tres objetivos: conseguir la exhumación de todas las fosas de la Cendea; obtener toda la información y testimonios posibles, para su posterior publicación; y levantar un «Lugar o Parque de la Memoria».
La ubicación del citado parque siempre estuvo muy clara: el termino concejil Zurbau de Ibero, donde se localiza el montículo de las Tres Cruces, en cuya base se encuentra la más conocida de las fosas cendeanas.
Tras la última exhumación de diciembre de 2015, varios vecinos y la asociación Amapola del Camino, realizaron, en auzolan, la explanación y acondicionamiento del solar. En paralelo, Manolo García Niebla, vecino de Ororbia, fue tallando un monolito de grandes proporciones, con los nombres de los asesinados. En la talla, utilizó una piedra de grandes dimensiones, traída de Larraga por iniciativa de varios familiares de las víctimas. El ayuntamiento de la Zendea, con la colaboración del de Gares / Puente la Reina, se hizo cargo del costo de la obra.
Finalizados los preparativos, se celebró la Semana de la Memoria del 30 de mayo al 5 de junio de 2016, en la que hubo charlas, exposición fotográfica e inauguración del «Lugar de la Memoria».
Los días 2 y3 de junio se impartieron sendas conferencias, en las que intervinieron el historiador Emilio Majuelo, profesor de la UPNA; Paco Etxeberria, antropólogo forense de la Sociedad de Ciencias Aranzadi; y Jesús Aldaba, uno de los autores del libro.
Al mismo tiempo, durante esa semana, se hizo una exposición fotográfica, preparada por Juan Mari Cobo, en la que se reflejaron los diferentes aspectos del golpe militar del 36 y la represión, tanto toda Navarra, como en la Zendea. El polideportivo de Ororbia fue la sede de la muestra.
Finalmente, el 5 de junio, se inauguró el «Parque o Lugar de la Memoria». El domingo, a las 12 de la mañana, bajo un sol radiante, acudieron numerosos familiares de las víctimas, así como amigos y vecinos de la Zendea. También estuvieron presentes diversas autoridades, alcaldes y parlamentarios. El acto se desarrolló en un ambiente solemne, lleno de sentimientos y emoción, y alguna que otra lágrima. Tras la presentación deal acto, por parte de Irati Goikoetxea y Katrin Ancin, varios familiares descolgaron el lienzo blanco que cubría el monolito, grabado con la bandera y los anagramas de los partidos, en el que figuraban las leyendas «Eleva tu pensamiento a las alturas y recuerda lo que aquí pasó, recuerda y cuéntaselo a los demás» y «Asesinados por el fascismo», en euskera y castellano. Asimismo, se descubrió un atril con los nombres de todos los asesinados.
A continuación, tomaron la palabra varios oradores. En primer lugar, Manolo García Niebla, autor de la talla, quien expuso los motivos de lo que había grabado en la piedra. Le siguió la intervención del alcalde, Moisés Garjón, y de la Consejera del gobierno de Navarra, Ana Ollo. Finalmente, hablaron dos miembros de la asociación «Maravillas Lamberto» de Larraga. Todos ellos transmitieron dos ideas comunes: la gran injusticia que supusieron aquellos hechos, en los que aquellas personas fueron arrancados de sus hogares y conducidos a este lugar para ser vilmente asesinados; y por otra parte, que la mayoría de ellos pertenecía a partidos o colectivos con aspiraciones de cambiar el mundo en el que vivían; fue precisamente, por sus ideas y su intento de llevarlas a cabo, por lo que los mataron.
Entre una y otra intervención, se intercalaron diversas canciones y versos, tanto en euskera como en castellano, así como varias interpretaciones de los gaiteros de Gares, uno de cuyos miembros, José Ángel Reta, es también descendiente de los asesinados.
A continuación, se realizó la ofrenda floral, durante la cual se fueron leyendo los nombres de los asesinados y depositando sus familiares, al pie del monolito, una rosa por cada uno de ellos. Para terminar, los gaiteros, tocaron un Aurresku, bailado por dos jóvenes de Gares, como homenaje a las víctimas.
Como colofón a los actos de la Semana de la Memoria, tuvo lugar una comida en el frontón de Ororbia, con la asistencia de 150 personas, tras la cual, hubo una serie de actuaciones, canciones testimonios y versos, más informales y menos solemnes que en el acto de la mañana, pero igual de entrañables y emocionantes.
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