Este joven de Villaba había nacido un 14 de julio de 1912, hijo de Esteban y de Rosa.
Estaba soltero en 1936. Vivía en la calle Mayor.
Tipógrafo de profesión, se había afiliado a la Casa del Pueblo. Se dice que era de familia
carlista pero que, debido a su fuerte temperamento, tras una fuerte discusión con un
cuñado suyo se dio de baja del Círculo Carlista y se pasó al socialismo.

El colectivo Altaffaylla recogió los detalles de sus últimos días:

Al estallar la sublevación fue detenido por la Guardia Civil, junto con el resto de los
socialistas y conducido a la cárcel de Pamplona, donde ingresó el 24 de julio del 36,
saliendo el 29 de agosto del mismo año por mediación de Justiniano Arratibel,
párroco de San Lorenzo y destacado carlista, pariente suyo. Esteban, temiendo
represalias, se refugió en casa de su hermana Elisa en Pamplona, en la calle
Teobaldos. La ficha carcelaria dice que era «cojo de la pierna izquierda».
Unos días más tarde, el cuatro de septiembre, se presentaron tres villaveses
(Ananías Fernández, Marcos Olóriz y Asensio), diciéndole que debía declarar
en la Junta de Guerra, típica patraña ampliamente empleada por los matones para
hacer más fácil la detención. Como en tantos otros casos, no hubo declaración ni juicio,
sino que fue llevado directamente en un coche a Ororbia. Allí llamaron al párroco que
penetró en el vehículo y confesó a Esteban. Al salir el cura dijo a los tres asesinos:

«este chico es mejor que todos vosotros. No lo fusiléis. Yo
respondo de él».

Mientras decía esto, el cura daba la espalda a la puerta del coche, impidiendo que la
abrieran. Hubo un altercado violento. Cinco minutos después Esteban caía con tres
balazos mortales. Eran las nueve de la noche del 4 de septiembre de 1936. Fue el propio
cura quien dio testimonio posterior de los hechos. La familia insertó su esquela en el
Pensamiento Navarro, el 29 de mayo de 1937.

Tenemos también el testimonio de Rosa Tohane Muñoz sobrina de Esteban Muñoz:

«Enterada la familia, se trasladaron a Ororbia con picos y palas para
sacar a su hermano, que lo habían enterrado junto a la pared del
cementerio. El
enterrador les facilitó el lugar, pero optaron por no
exhumarlo. […] tras numero
sas pegas por parte de la parroquia,
ha conseguido un certificado del párroco
del folio donde aparece la
defunción de Esteban».

Hay otros testimonios recogidos en Ororbia. En uno de ellos se cuenta cómo
Juanita, que tenía 8 años en 1936, tuvo que acompañar al cura a confesar al que
mataron en el cementerio actuando de monaguilla. Debió pasar 3 meses sin dor-
mir del susto y la impresión que se llevó. Pasado un tiempo, acompañó a los fami-
liares del muerto con el fin de indicarles el lugar donde estaba el cuerpo. Contaba
Juanita que le dieron una peseta en agradecimiento. Decían que era de Villava.