Nació en Navalperal de Pinares (Ávila) hacia 1890, hijo de Regino y de Francisca.
Se casó en Sarasa, el 9 de junio de 1915 con Tiburcia Lumbier Cia, nacida en Sarasa en
1894, hija de Agapito y de Mercedes. Fueron padres de siete hijos: Ángel, Paco, Emilio,
Mercedes, Teresa, Juan Pedro y uno fallecido en Lekunberri. Vivían en la Rotxapea.

Ejerció como Jefe de Estación de Sarasa y, desde 1934, de la Estación del Empalme de la
Rotxapea. Estaba afiliado a Izquierda Republicana. Fue asesinado el 8 de agosto de 1936 en
Ororbia. Tenía 48 años.
En el expediente de inscripción de defunción de 1937 declararon tres testigos acerca de su
muerte. Uno de ellos, Segundo Juániz Mendioroz, aseguraba:

«que sobre las 9:30 de la noche del día 8 agosto 1936, presenció que de la
estación del
Empalme llevaban en un automóvil unos Falangistas y Requetés,
a don Félix Herranz
Iglesias,
al que no ha vuelto a ver: y no sabe más que haya sido de él».

Por su parte, Gabino Peruchena Marcalain dijo:

«que del 9 al 9:30 de la noche del día ocho agosto 1936, presenció el paso de un
automóvil por el
Barrio de la Rochapea, en el que iba detenido don Félix Herranz Iglesias,
al que no ha vuelto a ver, 
y según ha oído a personas que le merecen
crédito, dicho señor falleció a consecuencia del
Movimiento Nacional, y de ello
tiene absoluta convicción moral».

Esta es otra familia martirizada por la represión. Tras el padre, asesinaron a dos de sus hijos, Ángel
y Paco Herranz Lumbier, de 20 y 19 años. En 2003, su hermano Juan Pedro declaraba en la prensa
que todavía desconocía el lugar del enterramiento y ni siquiera tenía la partida de defunción de sus
dos hermanos. Habían sido detenidos en julio del 36 y llevados a la cárcel de Iruña, de donde los
sacaron la víspera de Jueves Santo, 9 de marzo de 1937. Decía Juan Pedro que al padre «Le habían
ofrecido militarizarse a cambio de que ni él ni mis hermanos sufrieran represalias, pero no aceptó».
Más adelante describe la detención de su hermano Paco que él contempló con tan solo 7 años:

«Venía a casa por las vías del tren, donde hoy está la calle Bernardino Tirapu.
Traía una máquina de
escribir  de la sede de Izquierda Republicana. Yo le vi y
salí a su encuentro. De repente apareció un
coche a toda velocidad. Se detuvo,
bajaron unos hombres y se lo llevaron».

Acerca de estos hermanos Herranz Lumbier, hay datos que complementan las declaraciones de Juan
Pedro. Según un destacado testigo falangista, Francisco y Ángel fueron asesinados en la fecha citada
en Etxauri y enterrados en su cementerio.

Pero, sin duda, la información más directa sobre los últimos momentos de los Herranz nos proporciona
Galo Vierge. Cuenta que el nueve de marzo del 37 estaba en el patio de la cárcel pamplonesa, cuando
llegaron tres falangistas con un coche y sacaron a Ángel y Francisco Herranz, de 19 y 21 años, Recuerda
Vierge que en la cárcel estos hermanos llevaban siempre un brazalete negro en memoria de su padre,
fusilado en los primeros días del Alzamiento.

«Los hermanos Herranz subieron al automóvil sumisos y obedientes, […]
Cuando el automóvil cruzó raudo la puerta de hierro de salida de la cárcel, hasta
los requetés que hacían guardia, sosteniendo sus armas en la mano, abrieron
paso al vehículo en posición de firmes, como una inconsciente demostración de
respeto a los que iban a morir».

Félix Herranz, nieto de Félix Herranz Iglesias e hijo de Juan Pedro, ha recopilado recientemente
los testimonios completos de su padre sobre lo vivido por su familia durante aquellos trágicos días.
Aunque algunos sucesos ya han sido recogidos más arriba, merece la pena volver a recordarlos:

«A finales del 2005, mi padre se sentó a escribir lo que fueron sus vivencias cuando
con siete años, el 19 de julio 1936, se llevaron a su padre y lo que marcó su vida en adelante:

«19 de Julio de 1936, mi padre estaba cenando en la cocina, yo estaba sentado con él
a las 9 de la tarde, llegó un grupo de personas vestidos de falangistas, irrumpieron
en la cocina, y me lo arrebataron de las manos y lo metieron en un coche (de Carlos Eugui), que esperaba en el andén. Bajamos a acompañarle y mi madre observó que
un cura de la parroquia, de paisano, esperaba un poco aparte, que terminara la operación. Mi madre le 
llamó: ‘¿dónde llevan a mi marido D.Fermín?’ No obtuvo respuesta.
Los militares tenían interés en militarizar el mayor número de servicios públicos, rescataron a mi padre de las garras de aquellos asesinos y lo retuvieron en el cuartel
de ingenieros, tratando de convencerle de que se sumara al 
alzamiento. Al día
siguiente, nos permitieron a mi madre y a mí visitarlo, yo
con mi edad no entendía
nada. Después supe que los ruegos de mi madre no 
dieron resultado».
«Fueron unos días en los que los militares mantuvieron su oferta a mi padre, pasados estos días lo detuvieron y ya no pudimos visitarle más».
Estando detenido en el cuartel de ingenieros el 20 de julio del 36, su hijo Paco (mi tío)
fue detenido y Ángel su hermano se escondió (mi tío también) así lo 
recordaba mi padre:
«20 de Julio del 36. Mi hermano Paco bajaba de Pamplona con una máquina de escribir al hombro, yo que lo veo llegar salgo a su encuentro (donde hoy es Bernardino Tirapu-Marcelo Celayeta) cuando un coche (el de Carlos Eugui), casi nos atropella, tiran al suelo a mi hermano y se lo llevan. Cuando yo llego a casa mi madre no podía creerlo, yo creo que mis padres no esperaban lo que les sucedió. A partir de este hecho mi hermano Ángel
se escondió, estuvo en una especie de sótano, de la casilla del Plazaola en el paso a nivel de Artica, esperando la ocasión para pasar a Francia, como hicieron otros compañeros de partido.
Uno de los recados que mi padre dio a mi madre en las visitas que le hicimos en el cuartel de ingenieros, era para que le dijera a Ángel que no se escondiera, que había que dar la cara, Ángel salió y fue enviado a la cárcel inmediatamente».
Ambos fueron asesinados en Etxauri en la Semana Santa de 1937. Poco más puedo añadir de la persona de mi abuelo salvo sus profundas convicciones republicanas y de izquierdas. Y la firme y profunda convicción de que había que dar la cara.
Me gustaría mucho contar algo más de mi abuelo, más personal y humano, pero eso también me lo arrebataron, al dejar a ‘Juanito’ sin su padre, a sus siete años de edad.
Así que guardo una foto del abuelo, una especie de memoria
hecha por mi padre de aquello que ‘sucedió a mi familia’ y el recuerdo de mi abuela. Una mujer, que me llamaba Felixín con cariño y ternura, y a quien nunca le oí hablar de todo aquello. Pero que dejó grabado en mi padre dos frases que él nunca dejó de repetirme:
«No odiéis, el odio os consumirá» y la segunda: «el perdón quizás, el olvido jamás»».