Pedro, a quien apodaban, El Peinau, fue uno de los electos municipales que pagó con su vida su militancia republicana.

Nació en Larraga el el 18 de enero de 1899. Era hijo de Benito Zufía Garcés y de Bárbara Zufía Lacalle. Abuelos paternos, José María y Tomasa. Maternos, Antonio y Cecilia. Se casó con Elena Luquin, natural de Arellano, con quien tuvo 4 hijas: Luz Libertad, Emperatriz, Venancia y Cecilia.

Era jornalero afiliado a la UGT. Fue elegido Concejal en 1931 y 1936.
Detenido encarcelado el 24 de julio de 1936 siendo asesinado en Ibero el 26 de octubre con 37 años, junto con su hermano Tobías. Confesado. Un testimonio recogido en Larraga dice que falleció «en zona roja» en la misma fecha de su asesinato.

Soraia López Zufia, nieta de Pedro ha dedicado un recuerdo a sus abuelos y a los asesinados larragueses en unas sentidas notas (¡e incluso unas jotas!) que se recogen a continuación:

«Me llamo Soraia y mis abuelos maternos eran Elena Luquin y Pedro Zufía.
A mi abuelo Pedro, El Peinao, lo mataron en el 36 y a mi abuela la dejaron con tres hijas: Emperatriz (mi madre) Venancia y Cecilia. También tuvieron otra hija en tiempos de la República a la que llamaron Luz Libertad (vaya nombrecitos eligieron) que murió con un año. Mi abuela siempre decía que se la habían matado; había estado enferma y la llevaron al médico. Éste le puso una inyección y murió.
¡Fue casualidad que fallecieron tres hijas de ‘rojos’ de la misma forma!
Mi abuela vivió con nosotros; siempre estaba alegre, era una buena conversadora y muy graciosa. Tuvo que dedicarse al estraperlo y muchas de las veces la Guardia Civil le quitaba lo poco que llevaba para vender en los pueblos cercanos.Mi madre con 10 años se quedaba al cargo de sus hermanas. No sabían rezar, ni estaban comulgadas, así que tuvieron que aprender: a la fuerza ahorcan. En la escuela había que entrar la bandera española para que presidiera la clase; la entraba y la sacaba mi madre, posiblemente por ser hija de rojos.
A mi abuela no la raparon como a muchas otras, pero sí que le traían la ropa de los soldados nacionales para que la lavara. A mi abuelo lo mataron y lo enterraron en Ibero; tenía 36 años y era concejal en el Ayuntamiento de Larraga.
Cuando sacamos los restos para darles un entierro digno, yo estuve allí; recuerdo los huesos cubiertos de cal y las calaveras con los agujeros de las balas. También recuerdo a mi abuela y a mi madre con mucho miedo. Estaban esperando a que yo llegara para preguntarme si había podido reconocer a mi abuelo, ¡Qué ingenuas!
Siempre me contaron todo, quizás porque yo era muy preguntona, pero siempre sin odio, sin deseo de venganza. Me lo contaban para que conociera la verdad de lo que había sucedido. Sufrieron vejaciones, humillaciones, robos… pero esas mujeres eran fuertes; sabían que sus maridos no habían hecho nada malo; sólo habían pedido justicia, libertad e igualdad y por eso los mataron. Los mataron aquellos que eran creyentes, se les olvidó el mandamiento ‘no matarás’, aquellos que querían salvar a la Patria de los comuniiiiiistas!!!! Todo lo que hicieron fue en nombre de Dios y de España (cómo me suena esto)
Pero aun así, no me enseñaron a tener odio; me enseñaron que hay que perdonar, perdonar pero no olvidar. Ellas ya no están pero yo seguiré defendiendo y exigiendo la verdad de lo que pasó. Seguiré apoyando a todas las personas y a todos los actos en los que se pida justicia y reparación por los actos inhumanos que se cometieron en el 36.
Estoy muy orgullosa de la familia a la que pertenezco y seguiré siempre sus enseñanzas. SALUD Y REPÚBLICA»