Nació en Uharte-Arakil el 20 de junio de 1877. Era hijo de Juan Ramón Astiz Irañeta (Uharte-Arakil) y Gregoria Lacunza Garciandia, natural de Torrano. Se casó en 1914 con Nicolasa Ezcurdia Garciandia y tuvieron seis hijos.
Labrador de profesión y político de vocación, estaba afiliado a la UGT. Ya en 1922 se presentó como candidato a alcalde por el PSOE siendo inhabilitado por la Diputación. No obstante, permaneció activo durante todo el período final de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, impulsando diversas acciones sociales como la municipalización de los servicios médicos. Ya se ha comentado su enfrentamiento en 1928, con el alcalde Beramendi.
Fue elegido finalmente concejal de su localidad natal tras la proclamación de la República, en las elecciones parciales convocadas el 16 de agosto de 1931, siendo nombrado alcalde el 22 de agosto. La convocatoria anterior, de abril, había sido suspendida. Fue uno de los políticos navarros que participó en las elecciones de 1933, volvió a la alcaldía poco antes de dar inicio la Guerra Civil.

Detenido el 20 de julio de 1936, permaneció en la cárcel de Iruña hasta el 27 de octubre en que salió «en libertad» para ser asesinado el 28, en Ibero, junto con su hijo Silverio. Tenía 59 años y dejaba viuda y cinco huérfanos.

En 1941, su viuda Nicolasa solicitó en el Juzgado de Uharte la inscripción de defunción de su marido y del hijo, para lo cual presentó dos testigos. Uno de ellos, Cruz Aznar García, declaró:

«Que le consta de ciencia propia el fallecimiento del esposo e hijo de la actora que se expresan en el escrito inicial el que tuvo lugar en el sitio y día que se indican, y le consta por haber visto el cadáver de los mismos en términos de Ibero el día de Todos los Santos de ese año»

 

Muerto Franco, el hermano de Silverio, Tomás Astiz, contaba que el anciano párroco del pueblo, verdadero azote de los republicanos, estando agonizando, recomendó a su hermano, también sacerdote, que liberaran a Silverio ya que no era culpable de nada, mandato que no se cumplió. Añadía Tomás que el Gobernador dio la orden de libertad pero nunca tuvieron más noticias ni del padre ni del hijo. Los «libertadores» fueron varios conocidos del pueblo. Como se ha visto en tantos casos, era habitual este modus operandi de los matones; conseguían que la autoridad correspondiente firmara «la puesta en libertad» del preso, a quien le esperaban a la salida para ejecutarlo.
La casa de los Astiz fue registrada un par de veces; la segunda bajo la sospecha de que se podía encontrar escondido en ella Constantino Salinas, alcalde de Altsasu.
80 años después, es elegido alcalde de su mismo pueblo, Uharte-Arakil, su nieto Javier Rodriguez Astiz